LECCION DE VIDA
¡Que impotencia
Dios mío
que impotencia!
Mientras me encuentro
confinado en mi casa
coartada mi libertad,
me siento preso sin cárcel
ave, sin aire en que volar,
o pez que se ahoga
en su propia agua,
tratando de nadar y nadar.
¡Que impotencia
Dios mío
que impotencia!
Impotencia del ser humano
que creyéndose estar
en el pico mas alto,
mira hacia arriba
y en un solo asalto,
besa la lona
y así se desploma
fatal batacazo.
Que lección tan magistral
nos ha dado el Gran Supremo
que nos pone en el extremo
de un precipicio abismal,
sin arnés que evite luego
este trágico final.
¡Que impotencia
Dios mío
que impotencia!
Cuando veo
que algo tan frágil
tiene en jaque a la humanidad
sin distinciones, de color o de sexo,
sin dar razones, sin caridad.
Ahora, cuando lo echamos en falta
nos acordamos de ese abrazo
que nunca valoramos al alza,
y que un día, nos dejamos de dar.
¡Que pena, Dios mío
y que ignorancia
que nunca sabré valorar!
Que sensación tan extraña
no la puedo asimilar
en mi casa, en mi propia casa
que tanto me gusta disfrutar
barrotes de aire me impiden
salir a ese mundo, y poder respirar.
¿Como un palacio
puede ser cárcel
por algo tan nimio, tan fugaz
capaz de poner en jaque, con dominio
a toda la humanidad?
Que impotencia
Dios mío
que mal sueño
me viene a agobiar,
quiero andar
y no lo consigo,
refugiarme
y no encuentro abrigo,
que me preste una tregua
y poder descansar.
Somos débiles
cual ser recién nacido,
somos frágiles
cual cristal recién pulido.
Y a pesar de esa evidencia
caemos en la imprudencia
buscando solo en la ciencia,
sin pensar en lo Divino.
No somos nada
Dios mío.
Nos llenamos de soberbia
sensación que se exacerba
ante cualquier consecución,
sin darnos cuenta
Dios mío
que en tus manos, está
la salvación.
Preso está de su ambición,
el ser humano en su torpeza
y en sus ansias de riqueza
sin proyectos de visión,
ha logrado con destreza
provocar desolación.